viernes, 17 de mayo de 2013

Salmo 144


144:1 De David. 

Bendito sea el Señor, mi Roca,
el que adiestra mis brazos para el combate
y mis manos para la lucha. 

144:2 Él es mi bienhechor y mi fortaleza,
mi baluarte y mi libertador;
él es el escudo con que me resguardo,
y el que somete los pueblos a mis pies. 

144:3 Señor, ¿qué es el hombre para que tú lo cuides,
y el ser humano, para que pienses en él? 

144:4 El hombre es semejante a un soplo,
y sus días son como una sombra fugaz. 

144:5 Inclina tu cielo, Señor, y desciende;
toca las montañas para que arrojen humo. 

144:6 Lanza un rayo y dispersa a tus enemigos,
dispara tus flechas, y confúndelos. 

144:7 Extiende tu mano desde lo alto,
y líbrame de las aguas caudalosas;
sálvame del poder de los extranjeros, 

144:8 que dicen mentiras con la boca
y tienen las manos llenas de traición. 

144:9 Dios mío, yo quiero cantarte un canto nuevo
y tocar para ti con el arpa de diez cuerdas, 

144:10 porque tú das la victoria a los reyes
y libras a David, tu servidor.
Líbrame de la espada maligna,

144:11 sálvame del poder de los extranjeros,
que dicen mentiras con la boca
y tienen las manos llenas de traición. 

144:12 Que nuestros hijos sean como plantas,
florecientes en plena juventud;
que nuestras hijas se asemejen a columnas,
esculpidas como las de un palacio. 

144:13 Que nuestros graneros estén repletos
con productos de todas las especies;
que nuestros rebaños se reproduzcan a millares
en todas nuestras praderas. 

144:14 Que nuestros bueyes estén bien cargados,
que no haya brechas ni aberturas en los muros
ni gritos de angustia en nuestras plazas. 

144:15 ¡Feliz el pueblo que tiene todo esto,
feliz el pueblo cuyo Dios es el Señor!

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