miércoles, 1 de mayo de 2013

Salmo 28

28:1 De David. 

Yo te invoco, Señor;
tú eres mi Roca, no te quedes callado,
porque si no me respondes,
seré como los que bajan al sepulcro. 


28:2 Oye la voz de mi plegaria,
cuando clamo hacia ti,
cuando elevo mis manos hacia tu Santuario. 


28:3 No me arrastres con los malvados
ni con los que hacen el mal:
con los que hablan de paz a su prójimo,
mientras su corazón está lleno de maldad. 


28:4 Trátalos conforme a sus acciones,
como corresponde a su mala conducta;
trátalos según la obra de sus manos,
págales su merecido. 


28:5 Ellos no valoran lo que hace el Señor
ni la obra de sus manos:
por eso él los derribará
y no volverá a edificarlos.


28:6 Bendito sea el Señor,
porque oyó la voz de mi plegaria; 


28:7 el Señor es mi fuerza y mi escudo,
mi corazón confía en él.
Mi corazón se alegra porque recibí su ayuda:
por eso le daré gracias con mi canto. 


28:8 El Señor es la fuerza de su pueblo,
el baluarte de salvación para su Ungido. 


28:9 Salva a tu pueblo y bendice a tu herencia;
apaciéntalos y sé su guía para siempre.

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