viernes, 3 de mayo de 2013

Salmo 36


36:1 Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor. 

36:
2 El pecado habla al impío
en el fondo de su corazón;
para él no hay temor de Dios,

36:3 porque se mira con tan buenos ojos
que no puede descubrir ni aborrecer su culpa. 

36:4 Las palabras de su boca son maldad y traición;
dejó de ser sensato y de practicar el bien; 

36:5 en su lecho, sólo piensa hacer el mal,
se obstina en el camino del crimen
y no reprueba al malvado. 

36:
6 Tu misericordia, Señor, llega hasta el cielo,
tu fidelidad hasta las nubes. 

36:7 Tu justicia es como las altas montañas,
tus juicios, como un océano inmenso.
Tú socorres a los hombres y a las bestias: 

36:8 ¡qué inapreciable es tu misericordia, Señor!
Por eso los hombres se refugian
a la sombra de tus alas. 

36:9 Se sacian con la abundancia de tu casa,
les das de beber del torrente de tus delicias.
36:10 En ti está la fuente de la vida,
y por tu luz vemos la luz. 

36:11 Extiende tu gracia sobre los que te reconocen,
y tu justicia sobre los rectos de corazón. 

36:12 ¡Que el pie del orgulloso no me alcance
ni me derribe la mano del malvado! 

36:13 Miren cómo cayeron los malhechores:
fueron derribados, y ya no podrán levantarse.

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