lunes, 6 de mayo de 2013

Salmo 42


42:1 Del maestro de coro. Poema de los hijos de Coré. 

42:2 Como la cierva sedienta
busca las corrientes de agua,
así mi alma suspira
por ti, mi Dios. 

42:3 Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios viviente:
¿Cuándo iré a contemplar
el rostro de Dios? 

42:4 Las lágrimas son mi único pan
de día y de noche,
mientras me preguntan sin cesar:
"¿Dónde está tu Dios?"

42:5 Al recordar el pasado,
me dejo llevar por la nostalgia:
¡cómo iba en medio de la multitud
y la guiaba hacia la Casa de Dios,
entre cantos de alegría y alabanza,
en el júbilo de la fiesta!

42:6 ¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
a él, que es mi salvador y mi Dios.

42:7 Mi alma está deprimida:
por eso me acuerdo de ti,
desde la tierra del Jordán y el Hermón,
desde el monte Misar. 

42:8 Un abismo llama a otro abismo,
con el estruendo de tus cataratas;
tus torrentes y tus olas
pasaron sobre mí. 

42:9 De día, el Señor me dará su gracia;
y de noche, cantaré mi alabanza
al Dios de mi vida. 

42:10 Diré a mi Dios:
"Mi Roca, ¿por qué me has olvidado?
¿Por qué tendré que estar triste,
oprimido por mi enemigo?"

42:11 Mis huesos se quebrantan
por la burla de mis adversarios;
mientras me preguntan sin cesar:
"¿Dónde está tu Dios?"

42:12 ¿Por qué te deprimes, alma mía?
¿Por qué te inquietas?
Espera en Dios, y yo volveré a darle gracias,
a él, que es mi salvador y mi Dios.

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